
El movimiento obrero argentino tiene una larga y compleja historia de luchas.
Las organizaciones obreras comenzaron a crearse poco después de la mitad del siglo XIX, tanto por la comunidad de obreros afroargentinos como por grupos socialistas y anarquistas llegados en la gran ola de inmigración, primero como mutuales y luego como sindicatos.
Ya en 1901 un grupo de sindicatos socialistas y anarquistas crean la Federación Obrera Argentina (FOA). Sin embargo, la unidad entre socialistas y anarquistas no perduró es decir ya había grietas.
Para hablar del sindicalismo mas contemporáneo, deberíamos remontarnos mas hacia 1983.
La movilización popular del fin de la dictadura enmarcó un momento ascendente de la lucha de los trabajadores organizados sindicalmente hasta 1986 (huelgas generales del 3/9/84, 23/5/85, 29/8/85 y 21/1/86).
El año en que la desocupación y subocupación rompieron su techo histórico, 1986, constituyó un punto de inflexión (huelgas generales de 25/3/86, 12/6/86 y 9/10/86): algunas fracciones sociales se pronunciaron en contra de la lucha de los trabajadores y en la última huelga hubo una fractura en los cuadros sindicales, que se expresó también en una caída en el acatamiento a la medida y en el número de movilizados.
Estos rasgos se acentuaron, con pocas excepciones, en los dos años siguientes (huelgas generales de 26/1/87, 4/11/87, 8-9/12/87, 14/4/88, 9/9/88 y 12/9/88), sobre todo durante el fugaz paso por el gobierno radical del dirigente sindical peronista Carlos Alderete (1987) y durante las campañas electorales de 1988 y 1989 en que los dirigentes que apoyaban la candidatura del Dr. Menem fueron reticentes a participar en las huelgas; de reunir entre 120 mil y 150 mil manifestantes en el momento ascendente, pasaron a reunir entre 15 mil y 20 mil en 1988.
El comienzo de 1989 encontró a los trabajadores en el momento de menor unidad de sus cuadros sindicales y de mayor aislamiento respecto de otras fracciones sociales. Entre septiembre de 1988 y noviembre de 1992 no hubo huelgas generales, aunque sí numerosas huelgas por rama, contra despidos y privatizaciones.
Durante la debacle del Plan Primavera (1989), la hiperinflación y la revuelta (los llamados “saqueos”) la CGT no declaró ninguna huelga general, para “no contribuir al estallido social”, y la asunción del nuevo gobierno contribuyó a inhibir las huelgas generales: la mayoría del movimiento obrero organizado revistaba en esa alianza social.
Hasta aquí con datos históricos le alcanzamos una larga descripción del sindicalismo, aunque no tan larga como la historia misma.
Como en todos los ordenes, empleos, profesiones, tareas, changas u oficios, hay buenos y malos, honestos y no tanto y el sindicalismo no esta ajeno a esta descripción ni tampoco los marca como impolutos.
Basta citar casos como el Pata Medina (Uocra), o el caballo Suarez (Sindicato de Obreros Marítimos) acusados y procesados por extorsión, quienes construyeron un imperio económico.
También están los otros, los que lucharon por sus afiliados, por conquistas para todos y no solo para si mismos.
Pero entonces basta con preguntarse
¿hay sindicalistas ricos y sindicatos con sindicalizados pobres?
En su mayoría si, salvo que quizás, la caja de los sindicatos es bastante amplia pero los sindicalizados son apenas asalariados que están muy lejos de los ingresos de sus representantes.
Muchos sindicalistas son críticos de la política gubernamental aunque viven a la sombra de ella o utilizan el mismo sistema para perpetuarse en el poder gremial atornillándose como lo hace un legislador a su banca.
Sindicalistas que permanecen en el cargo en forma permanente o alterna no menos de 10 años y hasta 35 en el mismo lugar.
Sindicalistas neuquinos que en su mayoría tienen salarios de entre 100 mil a 285 mil pesos.
Esto si es estar lejos, bastante lejos de sus sindicalizados.
Por supuesto que habrá quienes ganan menos en sus puestos de vanguardia pero justamente son los menos.
Sindicalistas que también militan en partidos políticos y van de concejales a diputados, de diputados a concejales y a consejeros, a la titularidad de un gremio o a la minoría o vuelven a otra candidatura y asi pasan los años de una silla a la otra.
En síntesis son muy pocos los que dejan los cargos políticos o gremiales para volver a sus puestos de trabajo, es decir critican a viva voz a quienes permanecen en el poder político en el país las provincias o los municipios, pero utilizan la misma formula.
Sindicalistas que ante un gobierno protestan enérgicamente y ante otros son como corderos obedientes, aunque los problemas sean los mismos.
Sindicalistas que hacen que protestan contra el poder político, pero cuando el escenario se desarma, tras bambalinas se someten a ese poder de espalda a sus representados.
Muchos sindicalistas cumplirán con su mandato sin otro objetivo mas que el de defender los derechos de quienes representan pero otros usan a los gremios como trampolín para otro objetivo, como medio para llenar sus propias arcas, algo que dista mucho de aquellos comienzos de la Federación Obrera Argentina.