
Hace pocos días, conversando con mi vecino, siguiendo las normas propias de la cuarentena, tuvimos ocasión de hablar de un ilustre neuquino, ya fallecido (en 2001), y de quien -este 26 de abril- se conmemora un año más de su natalicio.
Recordamos un buen rato a Milton Napoleón Aguilar, un hombre que marcó rumbos en la literatura, la poesía, la comunicación y la docencia, como maestro rural, no sólo en el ámbito provincial, sino también en escenarios y emisoras de radio de otras latitudes del país. Radio Rivadavia, de Buenos Aires, por ejemplo, en su condición de Locutor Profesional, como así también en el campo de la actividad teatral.
¿Cómo conoció a Milton Aguilar?
Fue mi maestro en Quilca, en la Escuelita N° 57, que dependía del gobierno nacional por entonces, en el Departamento Aluminé.
¿Qué recuerda de entonces?
Yo era muy chico pero el Maestro Aguilar, plasmó en mi memoria recuerdos imborrables, llenos de gratitud, ante situaciones que experimenté, cargadas de ejemplos y conocimientos, siempre enmarcados en aspectos tales como la moral y las buenas costumbres.
¿Cómo era un día en la escuelita?
Antes que nada, quiero decir que la Escuelita está enclavada al pie de la Sierra del Chachil y, por ende, muy alejada de los centros asistenciales. Había muchas carencias en ese sentido.
Por ejemplo, algunos chicos que debían recorrer casi cinco kilómetros a caballo para llegar a la escuela. Muchas veces tenían que soportar gélidas mañanas en el camino y llegaban ateridos de tanto frío. Una vez que estábamos todos presentes, se izaba la bandera, se entonaba una canción patria e ingresábamos al aula, allí comenzaba la clase.
El Maestro Aguilar tenía el don de enmarcar las materias, matizándolas con ejemplos instructivos. Había días designados en la semana para hacer deportes. Jugábamos al fútbol y el Maestro se integraba a los equipos como un alumno más.
Otro día hacíamos tareas en el jardín. Él, por momentos, se ausentaba pero, desde algún lugar, siempre nos estaba mirando o -al menos- eso es lo que creíamos nosotros.
¿Alguna anécdota, vecino?
Sí. Tengo muchas, pero precisamente quiero contarle lo que pasó un día que nos dejó trabajando en el jardín.
Adelante, por favor.
Cerca del predio del jardín, había un corralito de alambre tejido, donde el Maestro criaba gallinas. Algunos chicos, abandonando sus tareas en el jardín, se fueron hasta esa especie de corral chico y, a través de los rombos del alambre tejido, pinchaban a las pobres gallinas con unas varillas que se habían conseguido. En un determinado momento, el Maestro se apareció sorpresivamente y los agarró, como se dice, “con las manos en la masa”.
¿Y qué pasó?
El Maestro Aguilar hizo salir a las gallinas y los puso a los alumnos adentro del gallinero y nos pidió que simuláramos que los íbamos a pinchar con sus varillas como ellos hacían con los animalitos. Los chicos se empezaron a preocupar, pensando que quedarían dentro del corralito. El Maestro les preguntó si “ahora” les parecía bien vivir la experiencia de las aves y -por supuesto- aquellos alumnos prometieron no volver a tratar así a las gallinas ni a ningún otro animal. El Maestro les recordó que de ahí salían los huevos que todos comíamos en el almuerzo.
¡Qué buena manera de aprovechar las circunstancias para enseñar con el ejemplo..!
¡Claro..!, siempre vivíamos memorables experiencias que -con el paso del tiempo- nos sirvieron en la vida.
Seguro que sí. Cuénteme más, vecino…
Todos los días teníamos un horario para desayunar, el menú era arroz con leche. Para cumplir este objetivo, el Maestro había conseguido, de un vecino del lugar, dos o tres vacas lecheras que el Portero, Don Aristóbulo Pizarro, ordeñaba bien tempranito. Después, la esposa del Maestro, complementaba el desayuno.
Parece que tenían eco sus tratativas para conseguir cosas para la Escuelita.
Sí..! Siempre tenía eco favorable en sus gestiones. Sobre todo ante las autoridades gubernamentales. Conseguía indumentaria para nosotros, material didáctico, útiles escolares y hasta juguetes.
Para distribuirlos nos agrupaba y exhibía algún juguete sugiriéndonos que se lo pidiésemos y, el alumno que lo hacía con corrección, a él se lo entregaba. Yo recuerdo haber recibido un lindo avioncito… Algo que me marcó la vida para siempre. Aquel juguete fue como un presagio, una herencia que me dejó mi Maestro.
¿Por qué lo dice?
Otro día le cuento. Disculpe, pero no quiero dejar de hablarle del Maestro Aguilar. Mi relato aspira a destacar los rasgos que el Maestro trataba de imprimir en nuestro carácter. Valores que han quedado grabados para siempre en nuestra memoria. Cada tanto, cuando voy por aquellos pagos, o aquí inclusive, me encuentro con ex alumnos de la Escuelita Nacional 57, y nos ponemos a recordar aquella época de la niñez donde nunca nos imaginábamos la calidad de persona que tuvimos como maestro.
Él nos enseñó a no vanagloriarnos de nuestros logros. Con él aprendimos a valorar la vida, a dominar el carácter, a ser persistentes y dedicados. A comprender que nada se logra sin sacrificios y a valorar y amar al prójimo. Esa enseñanza la aprendimos de un docente de vocación, dedicado a enseñar en un lugar inhóspito como era, por entonces, la Sierra del Chachil.
¿Algo para el final, vecino?
Tengo en mi memoria una relato inolvidable. No recuerdo bien qué travesura yo había hecho. Sí me acuerdo que el Maestro me hizo tomar con mis manos de un gancho de una planta de sauco que había frente a la escuela. Confieso que me puse a llorar desconsoladamente y fue ahí que él me tomó en sus brazos para calmarme y ahí descubrí el enorme amor paternal que se desprendía de este Educador que, como coraza, se cubría -ni más ni menos- que con su guardapolvo blanco, para imponer disciplina.
¿Cómo cerramos esta entrevista?
Con otra anécdota, pero ya de adulto. Nos encontramos en inmediaciones de la plaza Ministro González, en Neuquén capital. Después que le conté quién era yo, nos confundimos en un abrazo interminable. Su principal inquietud fue saber de mi familia y, antes de separarnos, me dijo que los mejores años de su vida, los pasó en la Escuelita Nacional N° 57.
Eso me trae a mi mente, cada vez que escucho alguna de sus canciones, entonada por los Mellizos Pehuenches o simplemente pensando en mi Maestro, pienso que -tal vez- era como póstumo deseo el que albergó a lo largo de sus años, para que su eterno descanso se cristalizara en el patio de la Escuelita. Lo digo porque en sus poesías él repite: “Cuando yo muera, madre, crema mi cuerpo y para la Cordillera manda mis restos”.
Este fue mi primera charla con mi vecino, José Alejandro Montesino. Pero no será la única. El próximo domingo, le cuento sobre otros temas más, que también lo tiene como protagonista.
Desde Cutral Có, Orlando Coronel.
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Milton Napoleón Aguilar, nació en Bajada del Agio, el 26 de abril de 1934. Falleció en Neuquén, ciudad capital, el 2 de octubre de 2001, a los 67 años de edad. Su padre, Demetrio Napoleón Aguilar y su madre Matilde Argentina Trekamán.
Fue Locutor, Periodista, Recitador y Poeta. Su padre Napoleón, que trabajaba en la policía, tuvo destino en varios pueblos del interior neuquino como Tricao Malal, Chos Malal, Picún Leufú, entre otros, y su familia debió acompañarlo. Su abuela materna era mapuche y esa ascendencia signó toda su vida tanto en su poesía como en su accionar ciudadano. Estuvo casado con Ana Matilde Anamati Villarino, con la que tuvo cuatro hijos; en la década de 1980 se divorció y formó nueva pareja con Marta Susana Poli, con quien tuvo dos hijos.
Milton inició sus estudios primarios en Las Lajas y los concluyó en la Escuela Nº 2 de la ciudad de Neuquén, en cuyo Colegio General San Martín cursó el bachillerato. Cuando en forma prematura falleció su padre, su madre buscó ingresos recibiendo pensionistas en su casa.
Con inclinación hacia la poesía desde pequeño, Milton se destacaba en los recitados en los actos escolares, tanto por la facilidad de dicción y entonación como por su memoria. Era, al igual que su padre y sus hermanos, un gran aficionado a la práctica de la natación y al boxeo.
En 1945 comenzó a hacer recitados patrióticos en Radio LU5 Radio Splendid de Neuquén, perteneciente a la Red Argentina de Emisoras Splendid y al ser nombrado en ella locutor, en 1949, fue el más joven de la época. Sus grandes maestros fueron Alfredo Cruz, Rita Salto y Magda Byrne. También integró la compañía de radioteatro Amancay, con la cual actuó en muchos pueblos del interior de la provincia.
Viajó a Rosario, provincia de Santa Fe, para estudiar medicina pero por dificultades económicas volvió a trabajar en radio e integró una compañía de radioteatro con la que poco después, se transformó en «el galán del momento». Realizaban giras por el interior santafesino. Finalmente abandonó la universidad y retornó a Neuquén.
Durante 1955 y 1956 fue maestro rural en la escuela de Kilca, paraje cercano a Aluminé, lugar del que Anamati siempre recuerda los grandes fríos que llegaba a haber y que se tenían que tapar con todo lo que podían, y que en alguna oportunidad lo hicieron hasta con la bandera escolar. En época de nevadas los caminos se cerraban durante días y, como tampoco había transportes, la única manera de llegar a Aluminé era haciendo varias leguas a caballo, cosa que él tuvo que hacer en más de una oportunidad».
Desde muy joven comenzó a escribir siempre en relación a su tierra, herencia de su padre.
Después que se reglamentara la actividad de locución fue uno de los primeros en obtener la licencia de Locutor Oficial Nacional en la provincia del Neuquén. Entre 1962 y 1964 se radicó en Buenos Aires, fue nombrado locutor estable en Radio Rivadavia, hacía «bolillos» en Radio El Mundo y Splendid y en Canal 11 , donde por entonces los avisos se daban vivo. En esa época conoció a figuras de los medios del momento: Héctor Larrea , Antonio Carrizo , Juan Carlos Rousselot , Fernando de la Vega, entre muchos otros, que contribuyeron en acrecentar su desarrollo profesional.
Trabajó en el lanzamiento de la revista Tanguera y al mismo tiempo colaboró con Julio Marbiz en Folklore, publicación de la que posteriormente fue corresponsal en su regreso a Neuquén.
Abrió una de las primeras agencias de publicidad de Neuquén, conocida como “Aguilar producciones-Radial-Gráfica-Televisiva”.
Con su vozarrón cálido, grave e inalterable», condujo y produjo programas radiales: Arriando ensueños, Reviviendo serenatas, Caravana (en LU19, La Voz del Comahue), Camino, Canto y Guitarra, Mangrullo Neuquino, un mirador para las escuelas de la patria –dedicado a las escuelas rurales de la provincia–. El programa radial que hacía con Dante Alvarado, La Posta del Resero, fue transmitido por más de 20 años.
Confeccionó la primera lista de nombres de origen mapuche y ella fue aceptada por el Registro Civil de la provincia del Neuquén.
Condujo festivales folklóricos como el Festival Folklórico Austral en Pico Truncado (provincia de Santa Cruz) donde lo galardonaron varias veces con el Pingüino de Oro, el del Lúpulo en El Bolsón (provincia de Río Negro), el de La Fiesta del Puestero en Junín de los Andes (Neuquén), el Festival del Cultrún, conducido conjuntamente con Aníbal Forcada. Fue jurado en el festival folklórico de Punta Arenas (Chile).
En la década del ’60, en épocas de la proscripción al peronismo, participó activamente en el operativo político llamado Retorno del General Perón. En las elecciones de octubre de 1983, fue candidato a intendente por el Frente de Izquierda Popular (FIP) liderado por Jorge Abelardo Ramos.
En 1972 fue uno de los fundadores de la Asociación Amigos del Aborigen Neuquino (ADAN), con la que lograron que se realice el primer Futa Traun -Gran Encuentro- en el que participaron, entre otros, el historiador y vecino ilustre neuquino Mario Raone y su esposa Mari Raone. Esta Asociación apoyó la iniciativa de mensura de las tierras ocupadas por pobladores aborígenes.
Milton Aguilar participó e integró entidades vecinales de su provincia las del Tiro Federal, Bomberos Voluntarios y Bañeros, entre otras.
Participó de la apertura de la SADE filial Neuquén, en la que llegó a tener cargos directivos.
En 1976, Aguilar dejó su trabajo de locutor por diferencias políticas con el interventor de la radio LU5 y concentró sus esfuerzos en la versión del programa La Posta del Resero transmitido por Canal 7 de Neuquén; ese mismo año recibió el Premio Martín Fierro.
En 1992 condujo dos programas especiales de televisión producidos y transmitidos por Canal 7, uno dedicado a La Gesta de Mayo y otro al 92º Aniversario de la Ciudad de Neuquén, con artistas regionales del folklore, las danzas y la pintura.
En los años ’60 el músico, compositor y poeta Marcelo Berbel, musicalizó el poema que Aguilar había escrito años antes en Buenos Aires, el Quimey Neuquén, su obra más conocida, que años después en una versión de Quimey Neuquén, arreglada para coro por Raúl di Blasio en Zapala, fuera incorporada por el ministro de Educación de la Nación, Jorge Taiana como una de las doce canciones obligatorias para ser interpretada en el nivel de enseñanza medio de todo el país. La canción ha sido re-versionada por numerosos artistas de orden nacional como Los Trovadores, Chito Zeballos, Peteco Carabajal, Los hermanos Berbel, Rubén Patagonia entre otros. En el año 2013, la primera versión que fuera grabada en los '60 por José Larralde fue remixada por Pedro Canale y sonó en la mundialmente famosa serie de televisión norteamericana Breaking Bad de la Sony Pictures Television, Inc.
Otros de sus poemas musicalizados fueron Luna y Michay, musicalizado por Berbel y grabado por los Hermanos Berbel; Dinastía de piedra homenaje a los caciques Calfucurá y Namuncurá grabada por el exintegrante de Los Fronterizos, Eduardo Madeo; ¡Ay! Pehuén, en ritmo de loncomeo, ritmo musical patagónico, interpretado primero por Daniel Toro y más tarde por Marta Pirén; Qué más da, Canta Catan Lil, Canta y Padre Viento por los Mellizos Pehuenches.
Hugo Berbel musicalizó el poema Humo, grabado por José Larralde, Marité Berbel compuso una música a la que Aguilar puso letra: el Romance de Mamá Rosario, dedicada a la madre de Ceferino Namuncurá, canción que años más tarde también interpretaría Teresa Parodi.
En Neuquén, Milton durante los años '60, '70 y '80, organizó numerosos espectáculos folklóricos con la presencia de artistas que hasta ese momento no eran muy conocidos, como por ejemplo, Mercedes Sosa y que luego serían figuras destacadas a nivel nacional e internacional.
En 1978 su poema Vivir fue publicado en Ediciones Tiempo de Hoy y el poema Rey de oro en Poesías y prosas 1978 de la SADE filial Neuquén. En 1980 el poema Ronda Redonda, escrito en homenaje a los 75 años de la Escuela Nº 2 figuró en Expresiones literarias del Neuquén, una antología de la SADE provincial.
En 1982 escribió un poema en homenaje a uno de los soldados neuquinos caídos en la Guerra de Malvinas: A Jorge Néstor Águila. A principio de los ‘90 publicó su primer libro de poemas, Ñuque Mapu Neuquén.
Durante la década del ‘90 grabó, en formato de casete, junto a Los Mellizos Pehuenches, El Cantún Mapu, con canciones del dúo, poemas de su autoría (musicalizados por Luis Alberto Ibáñez) y recitados suyos. En 1991 una ley provincial declaró a Quimey Neuquén la canción oficial del Neuquén. En 1992 la Municipalidad de Neuquén editó una obra en formato casete llamada Los poetas y la ciudad, que incluye dos poemas de Aguilar, con recitados propios y musicalizados por Naldo: Coplitas paisanas y Padre nuestro –homenaje a los 90 años de Gregorio Álvarez–.
La muerte accidental de su hijo Gabriel, en 1995, agravó el Mal de Alzheimer que lo aquejaba, y el deterioro progresivo afectó su memoria. El 2 de octubre de 2001 falleció en la ciudad de Neuquén.
En 1997 la Municipalidad de Plottier hizo un Homenaje a la Trayectoria y, más adelante, puso su nombre a una calle de esa localidad. La legislatura provincial de Neuquén lo homenajeó el 31 de octubre de 2001. En noviembre de 2003, con el auspicio de la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Neuquén, apareció un libro póstumo llamado Milton Aguilar, memorias de un hombre tierra, en el que aparecen poemas, fotos y cartas personales recopilados por sus hijos Yepún y Rayguán.
La Municipalidad de Neuquén dio su nombre a una plaza, y en su casa natal de Bajada del Agrio se colocó una placa recordatoria. En Junín de los Andes una calle lleva su nombre. En 2010 el Concejo Deliberante de Neuquén lo homenajeó escuchando la lectura de un poema suyo, leído por su hija Suyai.
A decir de Vicky Chávez, historiadora neuquina, su vida fue la de un gran poeta, recitador, locutor neuquino que supo ponerle versos al amor que sentía por la Tierra Madre. Milton Aguilar es una figura indiscutible de la historia regional y nacional: su recitado era poesía y su amor por la tierra de los mapuches, fue su desvelo. (Fuente: Wikipedia)